Mezclilla roja

CULTURA

Juan Noel Armenta López

Se caminaba entre piedras y polvo para llegar a la Fábrica de Hilados y Tejidos de San Bruno. Igual dificultad para llegar a la Hacienda de Molino de Pedreguera. Al fondo de la fábrica estaban dos vigías quietos, imperturbables, dando testimonio de todos los sucesos de la zona. Esos vigías eran el Cerro del Gallo y el Cerro del Estropajo. Quizás el polvo del camino que en remolino levantaba el aire frío que bajaba del Cofre de Perote, sirvió como marco de referencia a Francisco Sarquís para escribir la singular novela proletaria: Mezclilla. Porque sí, la calle en donde se encontraba la Fábrica de Hilados y Tejidos de San Bruno estaba polvosa, en terracería plena. Pero también esa polvazón era como una cortina natural que cubría la gestación de la lucha obrera de aquellos tiempos. Las obreras y obreros de San Bruno, habrían de dar muestras de valor y de coraje para tener mejores condiciones de vida. Muchos cayeron muertos en años de lucha. Muchos sobrevivieron, pero no vieron alcanzada la meta que se habían propuesto en la lucha obrera. Tiempos difíciles, porque bien sabemos que la riqueza de una empresa salía de las espaldas latigueadas de los obreros. Horas extenuantes de trabajo testificaban la explotación abierta del obrero de las fábricas. Para obtener un excedente de producción en aquellos tiempos era necesario reducir beneficios laborales y ampliar horas de trabajo inhumanas. Francisco Sarquís deja abierta una ventana allá por el año de 1935 en que se publica su novela: Mezclilla. Describe esta novela detalle a detalle las inquietudes de los obreros, su lucha, vivencias y angustias. Y fotografía con su palabra el temple humano de los obreros y del poder público del momento. La novela es un fiel testimonio de las lágrimas amargas derramadas ante la ignominia. A través de esta novela el autor nos da perfectos y vivos cuadros costumbristas de la Xalapa de los años treinta: la descripción de un jueves en el Parque Juárez, las atmósferas degradantes de la cárcel, las ambientaciones de los patios de vecindades, la vida en el mercado, la estación del ferrocarril. La sensibilidad de Francisco Sarquís, lo llevó al grado de escuchar a la distancia del tiempo aquel grito que lanzó Cruz en la celda en donde fue recluido. Quizás Sarquís pudo ver en su rica imaginación cuando a Cruz se le agolpó la sangre en la cabeza y pensó en matar o morir, en acabar de una vez con su vida que se le antojaba inútil. Cuando sacaron a Cruz de la cárcel, parecía un esqueleto forrado, apenas podía tenerse en pie. Quizás Sarquís se condolió cuando narra cómo sordo y ciego de ira el Alcaide agitó el látigo en el aire y lo asentó varias veces sobre una persona indefensa. Y en ese momento los “ayes” repercutieron en los cerebros inflamados de dolor de los demás presos. Pero de repente, sigue narrando Sarquís, quizás movido por una magia

desconocida, el látigo se soltó de la mano cruel y fue a parar a manos vengadoras, lo demás de este hecho es una historia innenarrable. Los obreros de San Bruno se reunían en su salón de sesiones, un caserón con una mesa rústica y cuatro sillas viejas. Habían pedido permiso de una hora para la reunión. Cedió el administrador tiempo para la reunión a cambio de trabajos nocturnos sin pago de horas extras para recuperar el tiempo perdido. Todo tiempo es bueno para leer la novela proletaria Mezclilla de Francisco Sarquís, editada por la Universidad Veracruzana y prologada por el brillante investigador literario José Luis Martínez Morales. Esta novela es sin duda una lectura obligada para entender la lucha obrera y que la sangre derramada por obtener mejores condiciones laborales no quede cegada a futuras generaciones. Moraleja: Al pan, pan. Al vino, vino. A Sarquís, un reconocimiento a su aportación. Gracias Zazil. Doy fe.